PERDÓN
Cuando alguien te hace daño es como si te mordiera una serpiente. La herida puede sanar, pero el problema es si la serpiente es venenosa, y aunque se haya ido te deja un veneno dentro que impide que la herida se cierre. Los venenos más comunes son el de la venganza, el del ojo por ojo y el de buscar justicia y reparación por encima de todo. El veneno puede estar actuando durante muchos años y, por eso, la herida no se cierra, el dolor no cesa durante todo ese tiempo y tu vida pierde alegría, fuerza y energía.
Por eso en la página 280 del libro.
«En las crónicas de la historia se cuenta que un caballero vencido en el campo del honor cumplió su palabra. Tras una estricta penitencia de ayunos y silicios peregrinó a Tierra Santa. Cuando llegó a la Ciudad de Jerusalén se postró de rodillas ante el Sepulcro de Jesucristo, y murió con un arrepentimiento franco, dulce y sereno, sin agonía . Tenía la cara rebosante de paz y una sonrisa mirando al cielo. Había recobrado la felicidad.»